El recurseo es un término que no figura en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pero es una expresión que define las mil y una formas como un habitante de este país sobrevive el día a día que le tocó vivir. En el Perú el recurseo deja de ser palabra para convertirse en el oficio de todo peruano que intenta subsistir en una ciudad que crece hacia los lados y que sufre un desplazamiento constante. De esta forma, se traspasan las fronteras de la formalidad comercial y se vuelve una de las manifestaciones más características de la viveza, de la salida de paso y es el más típico producto del ingenio popular peruano. He aquí donde se acuña la frase tan conocida en nuestro medio cuando alguien dice: ¨Yo soy chamba¨.

Los conflictos internos en el Perú dieron lugar al fenómeno de la migración. Muchos pobladores de las zonas rurales y de la serranía peruana se vieron forzados a trasladarse hacia la capital en busca de un espacio donde establecerse. La escasez de recursos económicos y empleo para esos nuevos habitantes, trajo consigo este fenómeno social del negocio autogenerado que ahora forma parte de nuestra cultura popular. Pero el recurseo también es para muchos un factor limitante. Muchos de los nacidos y crecidos dentro de la cultura recursera ven en esto un escape de momento para vivir el día, lo cual se vuelve una costumbre que estanca al individuo y muchas veces lo pone en desventaja.

Si bien el ingenio no acaba y la creatividad crece, la misma competencia comercial y la necesidad económica llevan a seguir un patrón que se vuelve característico de una sociedad en la que el recurseo no es exclusivo sólo de los estratos sociales más bajos.